Se despertó con la tormenta. Sintió unas cálidas manos en su cintura y abrió los ojos como platos. Entre sábanas le daba miedo asomarse para comprobar quién era el propietario de dichas extremidades. Tan sólo pedía que no fuera alguno de ellos, que fuera uno cualquiera. Con el sigilo de una mariposa, por el rabillo del ojo vio que sus súplicas no se habían cumplido. No era uno cualquiera, ni siquiera alguno de ellos. Sintió un puñal de arrepentimientoen el pecho seguido de un grito en su cabeza "Otra vez, no. Otra vez Él, no". Nunca había encontrado brazos a la vez tan seguros y tan inseguros como esos, quién iba a ser si no. Pero ya no era de noche, ya era la mañana siguiente, y la respiración entrecortada en la sien, ya no era divertida, era musical. En ese momento habría vuelto atrás, para encontrar a uno cualquiera, cuyos suspiros no lograsen traspasar su espalda. Y es que siempreandaban sin buscarse, pero sabiendo que andaban para encontrarse.
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