sábado

Donde nada es seguro, todo es posible.

Se disuelve en un té... <XXXX>

Cuando salieron del local notaron la tranquilidad de la noche. Recorrieron el paseo dados de la mano, como si por un momento fueran algo más. El verdadero protagonista entonces era el silencio. Cuán ruidoso podía llegar a ser. Cómo todo quedaba diluido en él. Eran las palabras que debían salir a borbotones y que, sin embargo, se quedaban atragantadas. 

Ese silencio. Mucho más tarde, se darían cuenta de que llegaría a tener más contenido que lo que nunca hubieran hablado.

- ¿Volverás? -musitó, rompiendo el silencio
- ¡Claro! -contestó soltando una carcajada de las suyas mientras disimulaba unos ojos empañados.

Llegaban al punto de destino y aquello se acababa. Ella advirtió que sus abrazos no eran para el él de siempre, sino para su niño perdido. Se rompieron vehementemente. Se mostraron vulnerables por primera y última vez.  

Aquel día se dio cuenta de que no era una despedida cualquiera, era la despedida de quienes fueron y nunca más llegarían a serDe quienes creyeron tener bajo control algo que se les fue de las manos. De quienes durante un tiempo se buscarían en otros rostros. 

De quienes se aferraron a un recuerdo que no existía.

De quienes nunca más se volverían a reconocer.
De quienes nunca más se reconocerían al volver.

martes

No me invites a volar si me vas a dejar caer.

Link, por un lado; link, por el otro.


Recorro la ciudad apresurada, el cielo se va tornando de un gris oscuro y no me quiero mojar. Nada más girar la esquina empiezan a caer las primeras gotas, hasta que en cinco minutos se convierte en un diluvio; en un vano intento por esquivar un paraguas, piso una baldosa rota que empapa mis zapatos. Casi me importa, si no fuera por la actitud de apatía que tengo desde hace meses. Al fin llego al portal, me quito el sombrero y contemplo impasible la gabardina completamente oscurecida goteando. Subo por las escaleras con los zapatos en la mano, abro la puerta de casa y la calidez del ambiente me da una falsa tranquilidad, mientras me deshago de la ropa húmeda. 
Me tiro al sofá enrollada en una manta y, cuando creo que me he librado de la lluvia, empiezo a llover. Deambulo perdida, de habitación en habitación. Y me caliento un vaso de leche, como si eso pudiera llenar el vacío que siento en el estómago. Y es que un puñado de promesas frágiles producen más decepción que el peor de los desencuentros. Entro en la habitación y mi mirada se dirige hacia la foto del corcho. Aún no sé qué hace ahí. La arranco y hago trizas con rabia. El diablo está en los detalles, dicen
Y no sé por qué razón, pero ahí está esa esperanza, esa trampa que se viste de ilusión. Ese clavo ardiendo que surge entre las lágrimas, la indiferencia y el desencanto.  La esperanza de que me saque de este agujero negro. La absurda esperanza de que me salve el enemigoAún no sé que la salvación está en mis manos. Está en las garras que saben qué hacer con la foto del corcho

Lara