sábado

Las mejores cosas son las que no se pueden controlar.

Y lo ves cuando alguien te empuja a hacer algo nuevo. No te obliga, pero lo haces, te atrae la idea y piensas que está bien. Y luego te das cuenta de que no. De que las personas tenemos una esencia y no podemos evitar actuar según la misma. De que eso no va contigo. Y buscas una ruta alternativa. Sin depender de nadie, como a ti te gusta. Sin dar explicaciones ni justificaciones. Porque todos somos bastante mayorcitos ya, y no nos hace falta ni lo uno, ni lo otro. Y esa ruta alternativa termina convirtiéndose más en una ruta de montaña que en la autovía de Castilla que era antes. Pero sabes que te da igual. Tu cortavientos y tus botas te ayudarán a seguir avanzando. Y si pasas un poco de frío o estás cansada, te aguantarás. ¿Por qué? Porque es la ruta que tú has elegido. Y llevas toda la vida soñando con ese viaje, así que le plantas cara a las adversidades más que nunca. La ventisca hace que lloren los ojos un poquito, pero bueno, son cosas de la montaña. Si fueras por la carretera seguramente que conducirías rápido, sin que te diera tiempo a asimilar el paisaje de los alrededores, y andarías demasiado aislado en el coche como para sentir el aire. Y eso es lo que tú no quieres, que no te dé tiempo a morder la vida. Tanto con su sol como con su luna, tanto con el viento sur como con el nordeste. Así que paso a paso vas saltando charcos y piedras, con los ojos rojos y la nariz fría, sin prisa, pero sin pausa. Por una meta aún más dulce, también siendo consciente de que este camino le haces tú sola, por mucha gente que tengas alrededor
Lara

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