Raquel la escucha,
copa de champán en mano, con sonrisa escéptica, incapaz de comprender la
imperiosa necesidad de que el tránsito de un cuerpo ajeno sobre el cuerpo borre
las huellas de la prolongada resistencia de un cuerpo anterior en dicho territorio. Varios
conocidos se acercan a su mesa para saludar y charlar un rato. Se despiden unos
y se presentan otros, y Elsa se siente como el vestíbulo de una habitación:
nunca desierta, nunca abandonada, pero incapaz de que nadie la considere
refugio estable.
Nosotras que no somos como las demás
Lucía Etxebarría
Creo que en estos momentos me siento un poco como Elsa... Me gustó :) Bonito texto ^^
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