Te perdono, porque te quiero, pero me alejo porque me quiero.

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Mi espera ha llegado al límite, si perdí en esta partida no fue porque no intentara ganar de todas las formas posibles, sino porque tú no oías ni uno de mis muchos llamados, o no los querías oír... pero esta vez intentaré que no me importe, también probaré a prestarte la mínima atención que un día me prestaste. Utilizaré un lenguaje muy simple, espero que no te resulte difícil acostumbrarte, no es del todo costoso, sólo son cuatro palabras mal sonantes. Pero lo mejor de todo serán esas miradas, no creo que todavía las conozcas, pero tranquilo.. te las presentaré. A todo esto creo que debería pedirte perdón por haber sido tan cordial y agradable, lo siento, no te lo merecías... Y sin embargo has tenido todo aquello que has querido, ¿no te sientes orgulloso de ti mismo, al saber que puedes jugar con las personas como si fueran tus muñecos? Te diré cómo me siento, como el mosquito que se queda atrapado en la tela de la araña. Sé que no te importa, no te molestes en ponerte en mi lugar, porque para estar en mi lugar supongo que ya estoy yo... ¿Sabes? No soy buena dando consejos, los verás absurdos pero tienen su parte de razón. Mi consejo es que jamás por nada del mundo le digas a alguien que la esperanza es lo último que se pierde, podría ilusionarse y no sería lo más conveniente. Por lo menos yo dicho de tu labios no me lo creería, aunque pensándolo bien habiendo salido de ti no me creería nada. 
Ya ves, qué cosas tiene la vida, ¿no te parece? 

Anónimo