domingo

Un animal herido siempre es mucho más peligroso.


Es común, entre nosotros, los mortales que aún quedamos provistos de sentimientos, el hecho de echar de menos. Entre nosotros. Todo empieza en un último adiós, una despedida esperando que no sea la última y creyendo claramente que no va a serlo. Pero lo es. Y en ese momento todo resulta menos llevadero, más difícil. Llega esa época del año, esa situación, ese pueblo, y a ti te faltan esas personas. Esas personas que amenizaban hasta la más tediosa conversación. Y, el año uno "después de",  llegas a la playa y te dices "¿no falta aquí algo?"; sales de fiesta y en tu cabeza suena "¿y con quién pido ahora cigarrillos?"; estás en el grupo riéndote y piensas "¿por qué tuvo que ocurrir esto, o esto otro?". Y cuando hablas con esas personas (si es que tienes la posibilidad de poder materializar esa charla, se alinean las constelaciones y las ganas), las conversaciones se convierten en recuerdos. Al fin y al cabo en lo que más nos cuidamos es en no olvidar por qué echamos de menos. Esa sensación de vacío aparece, y al principio parece como que molesta. Porque no duele, molesta. A veces, claro. Otras duele tanto que no te permites el lujo de hacerlo. Gracias que somos unos autodidactas en cuanto a los desprovistos de sentimientos e imposibles, y terminamos llenando ese hueco para hacer el castillo de arena en la playa con los que vienen después. Que nadie habla de ellos, pero suelen ser los héroes que nos sacan de ahí para decirnos "¿hacemos el castillo otra vez?". No dejemos que nos despojen de emociones, porque nos hayan echado de menos más que de más. Siempre hay tiempo para reconstruir de nuevo el castillo.
~Lar

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu huella para alimentar la publicación de entradas :)