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Será que mi cansino caminar no ronda por la puerta de aquello que llaman... Click y vas a - en el alféizar me quedé |
Ha pisado el acelerador y ni siquiera se ha puesto el cinturón. No da tiempo ni a colocar el volante en su sitio cuando quita el freno de mano. Y va nadie sabe a dónde, mirando el reloj como si no llegase puntual. En el retrovisor se pinta los labios y coge la autopista de su vida, en la que queda claro que se cobra peaje. No tarda ni tres segundos en adelantar aquellos coches que estorban, dejando a más de uno estrellarse, a veces a sabiendas, a veces no. Prefiere imaginar que cuando ocurre no es por su culpa, que es por haber decidido entrar en esa carretera, nadie le obligaba. Desde que le resbalaron los tacones en el embrague procura conducir en plano, si bien cuando se sube a ellos se desestabiliza más que ella, el coche. Siempre se preocupa uno más de lo que se ve desde fuera. El disco sigue girando en el bucle de rock del que ya no quiere salir, porque la música lenta apaga. Parece que ya llega a su destino después de muchos desvíos. Pone el intermitente a la derecha y coge la salida. Era un espejismo. Todas las expectativas se ven frustradas cuando uno se percata que iba a cargar gasolina, que es demasiado pronto para estacionar. Las agujas del reloj no dejan de girar, las hojas del calendario continúan pasando, en la autopista entran y salen coches, y Ella no se baja de los diez centímetros.
Lara
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