Se había convencido de que podían ser felices cuando ya no era probable que volvieran a verse.
- Pero, ¿por qué te empeñas en convencerme de que siento más de lo que reconozco sentir? - A esa pregunta no sé cómo responder. A todos nos gusta instruir, aunque sólo podemos enseñar lo que no merece la pena saberse. Perdóname; y, si persistes en la indiferencia, no me hagas tu confidente.
Orgullo y prejuicio
Jane Austen
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